domingo, 17 de diciembre de 2017

La Parashá del Rebe: vaigash



Bereshit / Génesis 44:18 Entonces Iehudá se acercó a él y dijo: “Óyeme, señor mío: te ruego que hable tu siervo una palabra en oídos de mi señor y no se encienda tu ira en contra tu siervo; porque tú eres como el faraón”. 

 Te ruego que hable tu siervo una palabra en oídos de mi señor... tú eres como el faraón Que mis palabras entren en tus oídos (Rashi). 

Iehudá representa al judío. Iosef representa al Tzadik. “Te ruego que hable tu siervo una palabra en oídos de mi señor” hace referencia a la plegaria. Cada persona debe unir sus plegarias a los Tzadikim, dado que ellos son quienes nos enseñan cómo orar de la manera apropiada, para que nuestras plegarias puedan ascender. “Que mis palabras entren en tus oídos” connota la persona que le pide al Tzadik ayuda para rectificar sus plegarias y así poder orar con más intensidad y mayor fervor. 

 El faraón, por otro lado, representa el poder de la ilusión que aleja a la persona de la plegaria apropiada. Pero Iosef -el Tzadik- es “como el faraón”. Así como el faraón tiene el poder de alejar a la persona de Hashem confundiéndola durante la plegaria, el Tzadik tiene suficientes poderes como para ayudar a la persona a combatir la confusión y a lograr la plegaria apropiada (Likutey Halajot VII, p. 213a). 

45:27 Enseguida le refirieron todas las palabras que Iosef les había hablado; y cuando vio los carros que Iosef había enviado para llevarle, revivió el espíritu de Iaacov, su padre. 

 Vio los carros... Los hijos de Israel llevaron a su padre Iaacov Cuando Iaacov descendió a Egipto -que representa el mundo material- sus hijos le llevaron al igual que el Tabernáculo que se llevaría en el desierto, dado que Iaacov representaba la santidad. 

Es decir, todos sus viajes fueron en aras de Hashem y de la espiritualidad y así se asemejaban a los “viajes” del Tabernáculo. Cuando Iaacov vio los carros que Iosef le había enviado, comprendió que Iosef entendía la grandeza de tal viaje y que también comprendía el valor de los “carros” (donados por los jefes de las tribus para los viajes del Tabernáculo) y el orden que se aplicaría a los viajes del Tabernáculo (Likutey Halajot II, p. 52). 

44:30 “Ahora, pues, cuando yo llegue a tu siervo mi padre, y el joven no esté con nosotros, siendo así que su alma está ligada al alma de él”. Su alma está ligada al alma de él Cuando la persona siente un gran amor por el Tzadik, se une al alma del Tzadik (Likutey Moharán I, 135). 

 45:13 “Háganle saber a mi padre todo mi honor en Egipto, con todo lo que han visto y apresúrense, pues, para bajar a mi padre acá”. 

 Háganle saber a mi padre todo mi honor Díganle a Iaacov que no se preocupe por bajar a Egipto, donde las impurezas del exilio pueden abrumarnos. Dado que he mantenido mi honor y no he dañado mi alma, he preparado el camino para que el pueblo judío pueda mantenerse firme durante el exilio (Likutey Halajot II, p. 67a). 

 45:27 Enseguida le refirieron todas las palabras que Iosef les había hablado; y cuando vio los carros que Iosef había enviado para llevarle, revivió el espíritu de Iaacov, su padre. 

 Revivió el espíritu de Iaacov El espíritu de Iaacov revivió como resultado de su alegría. Cuando la persona está alegre, obtiene vida y puede alcanzar la Luz del Rostro - un tremendo nivel de luz espiritual que ayuda a anular el rostro de oscuridad, que corresponde a la idolatría y al Otro Lado (Likutey MoharánI, 23:1).  
46:4 “Yo descenderé contigo a Egipto y Yo sin falta te haré subir arriba también; y Iosef pondrá su mano sobre tus ojos”. Aalja gam aló Hashem acompaña a los judíos en todos sus descensos. Él está con ellos en todas las circunstancias. 

En la frase Aalja gam aló (“Yo sin falta te haré subir arriba”) la palabra aló (arriba) parece redundante. Esta palabra enseña que cuando Hashem comienza a elevarnos, lo hace de manera continua. Nos eleva una y otra vez, a niveles cada vez más altos (Likutey Halajot III, p. 25a-50). 

 46:27 Y los hijos de Iosef que le nacieron en Egipto, dos almas. Todas las almas de la casa de Iaacov que vinieron a Egipto fueron setenta. 

 Todas las almas de la casa de Iaacov que vinieron a Egipto fueron setenta Las setenta almas de la casa de Iaacov corresponden a los “setenta rostros de la Torá”. Esas almas fueron las raíces de la nación judía. Cada una tiene una raíz correspondiente en la Torá misma y así siempre puede conectarse con ella. Enfrentando a esas setenta almas se encuentran las “setenta naciones” (enumeradas en Génesis 10) - i.e., las malas características que alejan a la persona de su raíz Divina (Likutey Moharán I, 36:1). 

Cuando el judío se reconoce como descendiente de Iaacov, puede recibir inspiración de los “setenta rostros de la Torá”. Si no se reconoce como descendiente de Iaacov, entonces está lejos de la Torá y recibe inspiración de las setenta naciones. 

 46:30 Israel le dijo a Iosef: “Ahora moriré tranquilo ya que he visto tu rostro; pues que tú vives aún”. 

 Ahora moriré tranquilo ya que he visto tu rostro Creía que moriría en ambos mundos - en este mundo y en el próximo. Ahora que he visto tu rostro, sólo moriré en este mundo, pero viviré en el Mundo que Viene (Rashi). Iaacov, que representa a la nación judía (“los Hijos de Israel”) se encontró con Iosef, quien representa al Tzadik. Aquel que se acerca al Tzadik -i.e., “ve su rostro”- sólo experimentará la muerte en este mundo. 
Pero heredará el Mundo que Viene (Likutey Halajot II, p. 332). 

47:12 Iosef proveía a su padre y a sus hermanos y a toda la casa de su padre con pan, según el número de los hijos. 

Iosef proveía a su padre y a sus hermanos y a toda la casa de su padre Por haber profanado el lecho de Iaacov, Rubén perdió la primogenitura. Iaacov decidió entonces transferírsela a Iosef, porque Iosef mantuvo a Iaacov y a su casa mientras estaban en Egipto. Iosef merecía la primogenitura por otro motivo: había cuidado el pacto. Al ganar la primogenitura, Iosef recibió una doble porción, de modo que cada uno de sus dos hijos fue cabeza de su propia tribu (Likutey Moharán I, 2:2-3).

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