La persona envuelta en una disputa no debe dejarse llevar y decir que todo lo que le hagan, ella lo devolverá. Esto sólo hace que su oponente logre su objetivo que es ver sufrir a su víctima. Lo mejor es juzgar al enemigo en la escala del mérito e incluso, en lo posible, hacerle favores. Esta es la mejor manera de anular sus objetivos. Al final sus malas intenciones caerán sobre su propia cabeza.
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